jueves, 15 de marzo de 2018

Warhammer: Donde habitan las Bestias

Desde su nacimiento, Drakaliith había sentido una especial debilidad por todos los tipos de bestias que poblaban los alrededores de su ciudad. Desde las que surcaban los nublados cielos, pasando por las que cazaban en las aridas tierras de más allá de los muros, hasta las que se arrastraban por las oscuras y tortuosas galerías subterraneas. Siendo un joven elfo, crió un pequeño murciélago que encontró caído en el suelo de una caverna. Lo alimentó durante meses a escondidas de sus progenitores y cuidadores, a sabiendas de que se lo arrebatarían antes de que el murcielago consiguera el tamaño suficiente para sus planes: resultar lo suficientemente apetitoso para atraer a alguna cría de gélido y poderla capturar. 

El plan estuvo a punto de costarle muy caro, ya que funcionó bien en exceso. Los gritos del maltratado animal (Drakaliith había decidido partirle las alas para que se arrastrara dejando un rastro de sangre como cebo) atrajeron a un macho adulto y no a una cría. Lógicamente, el reptil encontró mucho más interesante como cena una cría de elfo frente a una desnutrida rata con alas. Para suerte del inexperto elfo, la presa también había atraído a otro macho de gelido y, como solía ser costumbre de en estas irascibles bestias, decidieron masacrarse mutuamente dando diempo a Drakaliith a huir de la zona y plantearse seriamente la necesidad de informarse mejor sobre las bestias a las que pretendiera atrapar antes de poner en práctica cualquier plan potencialmente suicida.
  


De esta forma, se decidió por solicitar el ingreso en el cuerpo de Señores de las Bestias de su ciudad. La competencia era dura y la exigencia de los maestros aún más. Como prueba de selección, los novicios eran obligados a criar un huevo de gélido hasta su eclosión. Drakaliith decidió no repetir errores y, saltándose varias reglas y repartiendo algunos venenos (idea por la cual fue felicitado posteriormente), consiguió sustraer varios libros de la Biblioteca General de las Bestias. Así fue como se informó de que los huevos debían ser enfriados y no calentados. Y su olor ocultado, ya que atraía múltiples especies que deseaban eliminar un enemigo potencial antes de que creciera (varios aspirante acabaron como acompañamiento en el plato de huevo revuelto). De igual menera, descubrió que, untándose de grasa de gélido, la cría lo reconocería como progenitor al salir del huevo. El conseguir la grasa de los almacenes del gremio costó perder un par de dagas entre las costillas de un vigilante, pero mereció la pena cuando su orgulloso "hijo" se comió a los gélidos del resto de aspirantes (y a algún aspirante también) a una orden suya.


Lógicamente el cachorro fue sacrificado en cuanto exitió la más mínima sospecha de vínculo emocional con Drakaliith. Al joven elfo no le pudo importar lo más mínimo. Ya sabía como funcionaban las cosas en el Gremio y, de hecho, había fingido un podo de afecto por el gelido, para acelerar una decisión de sus maestros que, sabía, llegaría antes o después.Sus aspiraciones ahora habían crecido. Los gélidos eran innegablemente unas criaturas imponentes y aterradoras para cualquiera que se enfrentara a ellos, pero tampoco se podía negar que fueran increiblemente estúpidos.


Primero se decantó por compensar la estupidez con mayor fuerza bruta, y comenzó a estudiar y entrenar en el Recinto de Hidras y Kharibdyss. Las monstruosas criaturas de múltiples y hambrientas cabezas se podían considerar una autentica fuerza destructiva de la naturaleza. Drakaliith se sentía embriagado por el poder que transmitían las bestias, pero no le satisfacía el reto de dominarlas solo por fuerza bruta, a base de latigazos y pinchazos, anulando cualquier atisbo de inteligencia del animal. Pero, sobre todo, le disgustaba tener que depender de otros elfos, de tener que formar equipo, para poder dirigir a la criatura. El control de la bestia debía recaer solamente en él...

De esta forma, solicitó su paso a la Casa de los Dragones, los estúdios de máximo rango para los señores de las Bestias. Las pruebas de acceso a dicho rango hicieron parecer a los demás retos una siesta con esclavos. Pero la posibilidad de entrar en contacto con una de las criaturas más poderosas del mundo le dieron la fuerza para superar todas las dificultades en las que su ingenio no era suficiente. Finalmente, obtuvo su recompensa. Las puertas de la Cámara de los Dragones se abrieron ante él y se encontró frente a frente con un majestuoso dragón negro. Drakaliith sonrió con satisfacción contemplando los poderosos músculos, los afilados dientes, el brillo inteligente de los dorados ojos... Todo ese poder, todo ese conocimiento, se doblarían a su voluntad...

..."Excelente. Una nueva mascota..."- pensó el joven dragón...