Así que Glop consideraba que la noche era cuando dormía y el día cuando buscaba comida y a alguién más pequeño al que martirizar un poco. El problema era que, gereralmente, los tuneles estaban llenos de tipos más grandes con el mismo plan. El de divertirse y el de comer. Y con gran experiencia en hacer las dos cosas a la vez usando a tipos como él. De manera que se arrastró por los túneles con cuidado, intentando evitar a algunos jefecillos que andaban por ahí intentando reclutar goblins para una expedición al nivel inferior. Glop sabía que en dicho nivel no había mucho que encontrar. La mayoría de los goblins ya habían bajado a ver que se podía rapiñar. Como todos sabían, una expedición significaba que el jefecillo de turno se quedaba todo menos los golpetazos y las heridas, que siempre se repartían equitativamente entre todos los integrantes de la expedición. Como Glop y muchos otros habían aprendido, siempre era mucho mejor explorar en solitario. Se pasaba mucho más desapercibido que en una horda de medio centenar de pielesverdes con la misma habilidad de moverse coordinados que un ciempiés borracho haciendo el pino. Otra cosa es que si te encontrabas con problemas, generalmente llenos de dientes, garras y extremos afilados, podías darte por muerto. Que es ligeramente peor que la casi total seguridad de acabar muerto que hay en cualquier expedición.
Glop decidió sentarse en una roca a comerse el mendrugo de lo que sea que acababa de robar a un grupillo de Snotling. Los pequeñajos eran sin lugar a duda un regalo de Morko (o Porko) para los sufridos Goblins. Alguien a quien vapulear y gorronear como el resto del universo hacía con ellos. Glop se preguntó, el lo más cercano a un pensamiento filosófico que jamás tuvo, si existirían unos Microlings o algo así, todavía más pequeños que los Snolings con los que estos desahogarían sus flustraciones diarias... El momento de iluminación acabó cuando la supuesta roca sobre la que se iba a apoyar demostró tener más dientes de lo esperado. Realmente tener más dientes de lo esperado en una roca no tiene mucho mérito por las bajas espectativas, pero en el caso de un garrapato, solo puede tener menos dientes que otro garrapato tragandose a un congenere. Lo que tampoco es algo inusual.
Con buen criterio, Glop decidió alejarse (sin movimientos bruscos), dejando al garrapato devorar algo que probablemente sí que fuera una roca, dado que no gritó ni se quejó. O quizás al menos pasó a mejor vida con el primer bocado y se ahorró las incomodidades de los varios cientos que le siguieron. Como todos los Goblins, Glop pasó por una infancia ingenua llena de ilusiones sobre un futuro prometedor. Estado que, como en la mayoría de los Goblins que llegan a adultos dura un par de horas. El resto muere antes. Durante esas horas de inconsciencia juvenil, Glop se imaginaba galopando sobre un enorme garrapato, asustando a goblins y orcos por igual y dirigiendo a su clan hacia un lugar de comida y seguridad sin fin. El sueño acabó cuando la cría de garrapato que había capturado se comió la jaula donde se encontraba, toda su comida almacenada, dos o tres Goblins que pasaban por allí y finalmente se escapó comiendose un pedazo de la pared de roca. En aquel momento, Glop se sintió el Goblin más maduro (y vivo) de todo el clan.
Un ligero ruido, percibido por los hiperdesarrollados sentidos necesarios para ser un Goblin adulto, hizo que Glop se escondiera aún más en las sombras. Parecía que alguien estuviera hablando consigo mismo con la boca llena. Lo raro es que, normalmente, era difícil encontar en las cuevas a alguien que pudiera hacer las dos cosas a la vez... Aquellos capaces de llenarse la boca, generalmente no llegaban a tener la capacidad de hablar, ni siquiera con ellos mismos. Y aquellos con el don de la palabra, generalmente no podían abrir la boca sin acabar dentro de otra. Excepto en el caso de los chamanes claro. Glop contempló al encapuchado negro que caminaba distraido por el pasillo, masticando setas y murmurando incoherencias o pensamientos increiblemente profundos. Glop no lo sabía ni le importaba. Solo sabía que, un par de palabras del chamán, y el podía terminar como mancha decorativa en las paredes o transformado en un garrapato. Lo cual quizás fuera una vida mejor, aunque de momento, Glop prefería seguir teniendo brazos.
Glop decidió sentarse en una roca a comerse el mendrugo de lo que sea que acababa de robar a un grupillo de Snotling. Los pequeñajos eran sin lugar a duda un regalo de Morko (o Porko) para los sufridos Goblins. Alguien a quien vapulear y gorronear como el resto del universo hacía con ellos. Glop se preguntó, el lo más cercano a un pensamiento filosófico que jamás tuvo, si existirían unos Microlings o algo así, todavía más pequeños que los Snolings con los que estos desahogarían sus flustraciones diarias... El momento de iluminación acabó cuando la supuesta roca sobre la que se iba a apoyar demostró tener más dientes de lo esperado. Realmente tener más dientes de lo esperado en una roca no tiene mucho mérito por las bajas espectativas, pero en el caso de un garrapato, solo puede tener menos dientes que otro garrapato tragandose a un congenere. Lo que tampoco es algo inusual.
Con buen criterio, Glop decidió alejarse (sin movimientos bruscos), dejando al garrapato devorar algo que probablemente sí que fuera una roca, dado que no gritó ni se quejó. O quizás al menos pasó a mejor vida con el primer bocado y se ahorró las incomodidades de los varios cientos que le siguieron. Como todos los Goblins, Glop pasó por una infancia ingenua llena de ilusiones sobre un futuro prometedor. Estado que, como en la mayoría de los Goblins que llegan a adultos dura un par de horas. El resto muere antes. Durante esas horas de inconsciencia juvenil, Glop se imaginaba galopando sobre un enorme garrapato, asustando a goblins y orcos por igual y dirigiendo a su clan hacia un lugar de comida y seguridad sin fin. El sueño acabó cuando la cría de garrapato que había capturado se comió la jaula donde se encontraba, toda su comida almacenada, dos o tres Goblins que pasaban por allí y finalmente se escapó comiendose un pedazo de la pared de roca. En aquel momento, Glop se sintió el Goblin más maduro (y vivo) de todo el clan.
Un ligero ruido, percibido por los hiperdesarrollados sentidos necesarios para ser un Goblin adulto, hizo que Glop se escondiera aún más en las sombras. Parecía que alguien estuviera hablando consigo mismo con la boca llena. Lo raro es que, normalmente, era difícil encontar en las cuevas a alguien que pudiera hacer las dos cosas a la vez... Aquellos capaces de llenarse la boca, generalmente no llegaban a tener la capacidad de hablar, ni siquiera con ellos mismos. Y aquellos con el don de la palabra, generalmente no podían abrir la boca sin acabar dentro de otra. Excepto en el caso de los chamanes claro. Glop contempló al encapuchado negro que caminaba distraido por el pasillo, masticando setas y murmurando incoherencias o pensamientos increiblemente profundos. Glop no lo sabía ni le importaba. Solo sabía que, un par de palabras del chamán, y el podía terminar como mancha decorativa en las paredes o transformado en un garrapato. Lo cual quizás fuera una vida mejor, aunque de momento, Glop prefería seguir teniendo brazos.
Porque la verdad es que la vida del goblin nocturno medio es un asco (y breve). Posiblemente las otras razas piensen que hasta se lo pasan bien, siempre en grupos multitudinarios y pegando gritos y drogados hasta las puntas de las orejas. Pero no. Las otras razas no se percatan de que, por regla genera, esas multitudes no estan compuestas siempre por los mismos goblins, que la mayoría grita, básicamente, por que la están apuñalando, golpeando, pisoteando, mutilando o cualquiera de las múltiples versiones que acaban invariablemente en una defunción. Y las setas Zombreroloko... por favor, si el monopolio lo tienen los chamanes. Un goblin cualquiera necesitaría una vida de rapiña para conseguir el suficiente oro como para darle un mordisquito a una seta. Dicen que ahí fuera se está mejor. Que sus primos silvanos son más fuertes y hasta montan arañas que los hacen casi invencibles. Pero Glop ya combatío una vez junto a ellos y podía asegurar que no eran tan distintos a ellos. Ni por fuera ni por dentro. Y, por Gorko y Morko, en los túneles solo te pueden masacrar viniendo por delante o por detrás. ¡Cómo se va a estar mejor fuera, donde también te pueden atrapar desde arriba!
Glop continuó su deambular por los tuneles y cabernas de la antigua fortaleza de los taponez y nueva guarida de los Orejaz Peludaz, robando algun despojo de comida, golpeando a algún que otro snotling y, la mayoría del tiempo, esquivando a los que podían golpearlo a él. Casi se podría decir que había sido un buen día, pero, como Glop se redordaba a menudo, cualquier momento es bueno para azquearte el día, y ese momento puede ser tanto al levantarte con justo cuando te vayas a dormir. Y, entonces, se acabó el buen día. Y como muestra, ese jefe que se acerca por el pasillo. Ese pasillo iluminado. Sin pasillos laterales. Que lleva directamente a Glop. El cual se da la vuelta e intenta, disimuladamente, volver por donde ha venido, Y que, mira por donde, ahora está lleno de más goblins que se encaminan hacia el jefe, arrastrando al pobre Glop contra el mencionado jefe justo cuando pedía voluntarios (la risitas disipan cualquier duda sobre la participación del azar en ello). Así que, casi sin darse cuenta, Glop ya estaba enrolado en la unidad de Lanzagoblins. Como artillería. Oh sí, en ese puesto se asciende rápido. Lo difícil es mantenerse en la cima. Al menos, veré mundo, pensó Glop. Podré ver todas las tierras bajo mis pies. Y después mis pies será lo único que sobresalga de la tierra... Qué azco de vida...