Los humanos que habían acudido a la cantina se sentaron lo más distante posible de las mesas donde los voluminosos y vociferantes mercenarios Ogros daban buena cuenta de un vaca... de una vaca cada uno de ellos. Los brutales mercenarios eran siempre una fuerza de choque apreciada en cualquier ejercito del Imperio y, siempre que tuvieran dinero y comida suficiente, podían considerarse de confianza. El problema era que el concepto "suficiente comida" solía ser bastante ambiguo en el caso de los Ogros...
-- ¡Jajajaj! Endeluego qu'en e'te ejercito no se come mal. Pero e'stao en sitio mejores... -- gritaba un ogro, vestido con una capa confeccionada con retazos de estandartes de varios regimientos.
Alrededor de la mesa, los tres ogros que lo acompañaban golpearon la mesa con sus jarras (más bien toneles) en gesto de asentimiento.
-- Ezo é verdá.-- el Ogro que hablaba agitaba una enorme pata de vaca que salpicaba grasa a su alrededor, gran parte de la cual aterrizaba junto a las innumerables manchas de sustancias irreconocibles que moteaban su justillo de piel.-- Deja'me que oz cuente la vé que luchamo' junto a lo' paliducho' de Nagaró...
" Resulta que'stabamo contrata'o' por un señó' de lo Elfo'scuro', pa' luchá contra un ejercito de paliducho' de su' primo'. El generá' oscuro e'taba mu precupa'o por lo' carro' de lo' elfo', po'que pensaba que podría' rodea'lo y destrozá su tropa. Grum Masticaduro, que dirigía mi regimiento se rió del generá en su cara y le dijo que nosotro' no' ocuparíamo' de lo' carro', faltaría má'. Así que no' pusimo' tós en el flanco. Pronto vimo' lo' carro' elfo', tira'o' por leone' blancuzco'. Lo meno dié o doce carro', tós cayendo cuesta abajo hacia nosotro'... Nosotro' no' reíamo' de Grum, que sabía compra'o un carro hacía poco y se le habían roto la' rue'a' cuando se montó en él. Y parece que lo cabreamo', porque se adelantó al regimiento cuando el primer carro cargaba contra nosotro' y de un garrotazo lo mandó dando vuelta' por el aire, leone' y tó junto, directo a chocar con lo' otro' carro'... A partir de entonce' no' pusimo' tó a repartir leche', porque sino, el Grum no no' dejaba cacho pa naide... Cuando ya no que'ó ná que aplastá, miramo' alrededó y vimo' que lo' Oscuro' ya habían hecho su parte y venci'o a lo' otro' delgaducho'. Y claro, nosotro' dijimo' que pa la olla... Pero el generá dijo que no, que le' tenía reserva'o a lo' prisionero' "deliciosa tortura" o algo asín. Grum no se lo tomó bien (se ve que seguía cabreao por lo del carro) asín que lo espanchurró de un puñetazo y ahí estabamo' otra vez, aplastando delgaducho' pero ahora vesti'o' de oscuro... y, encima, al final no quedó ni un trozo que se pudiera comé... menomá que quedaron alguno' de lo' lagarto' eso que tienen para montar, que aunque están duro', saben un poco a pollo..."
Las carcajadas de los ogros de la mesa hicieron apartarse un poco más a los humanos de las mesas cercanas, huecos que fueron rapidamente ocupados por otros ogros que se sumaron a la conversación.
-- Por zupuezto que zí. De vez en cuando puedez improvizarte un aperitivo-- Respondió otro de los mercenarios, una masa de músculos tatuados de distintos colores y con la mitad de los dientes desaparecidos -- Pero creo que lo importante, al final, no ez el ejercito en el que eztáz, zino contra quien luchaz. Al fin y al cabo, ezoz zon loz que te dejan comerte...
-- Bueno... eso depende -- contestó el tercero de los comensales de la mesa mientras se limpiaba la barbilla de grasa. Vestía elegantemente e incluso se cubría con lo que parecía un chaleco de terciopelo-- Si luchas con los pieles verdes, de vez en cuando te dejan comerte alguno de los pequeñajos...
-- Bah, pe'o son correoso' y duro', no e' buena comi'a.-- protesto el primer ogro.
-- Y me zorprende que lo digaz tú. Te imaginaba con guztoz máz delicadoz, dezpuéz de tanto tiempo con humanoz. Hazta ze te ha pegado eze azento tan raro que tienen...
-- JoJoJo... es verdad, pero dejadme que os cuente lo de aquella vez que luché en una batalla junto a los pieles verdes contra un ejercito de Enanos...
" Me habían contratado a cambio de un montón de oro que se suponía que tenían los Enanos guardados en su Reino. Puño'grande, el caudillo orco negro que los dirigía no tenía ningún interés en el dinero, pues solo quería masacrar taponez, ya sabéis como son estos tipos. Y la verdad es que nosotros tampoco teníamos mucho interés en comer Enano, pues como ya sabéis, están duros como rocas y, generalmente, con demasiado sabor a cerveza para mi gusto. La cuestión es que los enanos se encontraban como siempre parapetados en una montaña, soltando plomo y fuego por cualquier rendija, lo que conseguía frenar a los pieles verdes que no encontraban el hueco para meter sus rebanadoras en cuerpo a cuerpo, que es lo que les gusta. Así que nos llamaron a nosotros. En los viejos tiempos habríamos cargado sin pensarlo mucho, pero hacía poco tiempo que el viejo Bregg perdió la cabeza, literalmente, al intentar parar un cañonazo con los dientes. Además, acababamos de comprar un Escupehierros y teníamos mucha curiosidad por verlo funcionar. De manera que, protegidos por una buena andanada de los Escupefuegos, cargamos el gran cañón y lo disparamos... Grogaf todavía debe de estar volando con su Rinobuey por el retroceso, pero media montaña se cayó encima de los enanos. Con eso acabó la batalla. Y nuestra posibilidad de tesoro, pues estaba enterrada bajo toneladas de rocas. Afortunadamente, Puño'grande pensó en nosotros. Un lanzallamas enano había concentrado sus disparos en una horda de goblins nocturnos y ahora teníamos una barbacoa churruscadita de carne con setas...."
-- Jaja, azí, pozí-- rió el ogro desdentado. -- Azí zeguro que eztán máz zabrozoz.
-- ¡Chorrradas!
Un cazador gigantesco, incluso para el estandar Ogro, se limpió su larga barba decorada con huesos de exóticos animales, de los resto del tonel de cerveza que acababa de engullir.
-- Lo que sabe mejorr es siemprre aquello que has cazado tú.
-- Bueno, al final, en batalla, tambien cazas enemigos...
-- ¡Chorrradas!. Perrseguirr un Dientes de Sable, acorralarr un Dientes Marrtirrio. Rromperle los trres cuellos a una Quimera..Corrtarr los mejorres trrozos justo después del último latido de sus corrazones... Asarr una pata de drragón en su prropio fuego...-- el cazador calló sumido en sus recuerdos
-- Zí que zuena bien, zí..
-- ¿Y qué e' lo que ta sabí'o mejo', Cazadó?
-- Pues aún rrecuerdo el día en que Gulfang Cazabestias y yo nos apostamos cual de los dos sería capaz de capturrarr y comerrse a la pieza más grrande. Nos lo jugamos a suerrte y fuimos los dos a porr nuestrras piezas. Durrante dos semanas estuve siguiendo su pista. Huellas, rrestos, árrboles derribados... Un parr de veces me crrucé con Gulfang, que seguía trras el rrastrro de su presa... La terrcerra vez que lo vi estaba mucho más... plano... Parrece que su Colmillo Trrueno pesaba más de lo que esperraba y que había decidido bailarr encima del pobre Gulfang. Perro una apuesta es una apuesta, así que seguí prresiguiendo a mi prresa. Finalmente la encontrré cerrca de una cueva. No os voy a aburrirr con la pelea que siguió. Perrdí a dos buenos dientes de sable, solo para distrraerrlo. Al final, la bestia cayó. Le arranqué la cabeza a hachazos (perrdí también dos buenas hachas), perro me pude comerr un buen trozo a la salud de Gulfang.
-- ¿Pero qué clase de bestia era?
-- Ezo, ezo, que te comizte.
-- Dilo ya, que no' tie'e intriga'o'
-- Un Dientes Petreo
-- ¡Bromeas!. Es imposible comerse esos bichos... son como piedras...
-- Bueno. Parra eso viene bien tenerr contactos con los Enanos. Son capaces de hacerr arrmas durras y que corrtan cualquierr cosa... aunque me dió pena desprrenderrme de mis piños-- añadío el ogro cazador mientras sonrreía, enseñando una rreluciente dentadura de Gromril.
Los ogros jalearon al cazador en una cantina ya vacía de humanos, felicitándole por su hazaña y preguntándole recetas para cocinar los grandes monstruos.
-- ¡¿Y eso es lo más exótico que habéis comío?!
El grito desde otra de las mesas llamó la atención al resto de ogros, que se giraron para ver como un viejo tripasduras meneaba un filete clavado en la punta de un tenedor.
-- Calla ya, abuelete!-- Le reprendió con un gesto de desprecio un joven ogro de rostro lampiño, sentado a su lado-- Llevah toda la noche contando historiah y no noh dejah ni beber en paz.
-- ¡¡Pues tú dirás lo que quiera', jovenzuelo, pero llevo to'a la noche cortándote filetes de tu pierna pa' cenar!!-- vociferó el anciano mientras agitaba un trozo de carne ogra en su tenedor entre las carcajadas de todos los comensales...