miércoles, 30 de mayo de 2018

Bloodbowl: Silvanos de BosqueLargo

Equipo de Fanath, algunas de las minis no muy detalladas... Finos y sutiles, elegantes y mortales. Último de los equipos de Bloodbowl

Los Silvanos de BosqueLargo
  

HOMBRE ÁRBOL
Injerto... el elfo árbol/árbol elfo...


BLITZERS
Roble y Encina, duras, duras ...



LÍNEAS
Manzana, Pera, Limón, Naranja, Melocotón, Cerezo y Mandarina. Imprescindibles para un sano Bloodbowl...



CORREDORAS
Olmo, Sauce, Ciprés y Abedul, no echan raices...


LANZADORAS
Pino y Abeto. Colocando las semillas de la victoria...


JUGADORES ESTRELLA

ACACIA ESPINOSA
Un torbellino de dolor...

martes, 15 de mayo de 2018

Warhammer: Velas Negras

Drulaan contemplaba el horizonte desde la atalaya de vigilancia como todos los turnos desde que le asignaron el puesto. Y como en todos los turnos de lo que le parecía ya una eternidad, el mar seguía extendiéndose tranquilo y sereno hasta donde alcanzaba la vista. El azul más profundo del oceano se encontraba en una línea perfecta con los primeros tonos rosados y anaranjados del atardecer. Pero Drulaan sabía bien que no podía confiarse... Las odiadas y temidas velas negras podrían aparecer en cualquier momento y esta vez los encontrarían preparados.


La primera vez que Drulaan se enfrentó a sus primos del otro lado del mar aún era un joven inexperto, según los estándares élficos. Vivía por entonces con su familia en una tranquila aldea costera de artesanos y pescadores. Como todos los elfos desde la Gran Guerra, Drulaan había sido instruido en el uso de las armas, aunque los siglos de relativa paz habían relajado un poco el entrenamiento, que se había centrado en el uso del arco y la flecha, para la caza y la pesca. No es que un mejor conocimeinto de las armas hubíera servido para evitar la masacre que ocurrió cuando el Arca de Corsarios atacó la ciudad. Los corsarios les llevaban siglos de ventaja marcial, luchando continuamente contra tropas experimentadas del Rey y poco podrían haber hecho pescadores, pintores y ceramistas contra el cruel salvajismo de los invasores.


En el fondo de su alma, Drulaan sabía que, en el caso de haber tenido un entrenamiento mayor, estaría muerto como gran parte de sus vecinos, pues se habría creido capaz de enfrentarse a los atacantes. Fue precisamente su convencimiento de su inutilidad como guerrero lo que le llevó a esconderse en el bosque y salvar su vida. Sin embargo, la vergüenza y el deshonor lo acompañaron desde entonces. Decidido a redimirse, se enroló en la Guardia del Mar de la Ciudad y pasó los siguientes cien años de patrulla por las costas. A lo largo de esos años, tuvo la oprtunidad de volver a enfrentarse de nuevo con los odiados corsarios y su espada se tomó cumplida venganza de estos. No obstante, su corazón seguía vacío, y poca alegría encontraba en estas victorias. Pensaba que para limpiar su cobardía era necesario algo más acompañar a un batallón de hermanos de la Guardia del Mar y eliminar de la faz de la tierra unos pocos corsarios. Tendría que hacer algo más que marcara una diferencia.

La oportunidad llegó pronto. El siguiente ataque fue inesperado. Si no por su existencia (nadie dudaba de que serían atacados antes o después), sí por su brutalidad y envergadura. Hasta ese momento, habían sido atacados por arcas solitarias de corsarios en busca de un puerto fácil al cual esquilmar de su riquezas y satisfacer sus ánsias de masacre. Sin embargo, en esta ocasión, una flota de velas negras apareció en el horizonte. No se trataba de corsarios. Un contingente de soldados y verdugos venía a desembarcar, con el objetivo de crear una cabeza de puente para una invasión futura. Cientos y cientos de guerreros de oscuras armaduras cubrieron la playa donde tomaron tierra. Y del último barco, multitudes de aullidos de autentica locura comenzaron a llegar. Las elfas brujas ansiaban sangre. Y sangre pensaban obtener.

La batalla, si pudiera llamarse así, fue breve, aunque más breve pudiera haber sido si las tropas del reino no hubieran recibido el aviso del ataque y regimientos de Yelmos Plateados no hubieran galopado a toda velocidad para repeler al invasor. Aún así, las dementes brujas habían danzado ya sobre innumerables enemigos caídos frente a sus espadas dobles, sus cuerpos perfectos bañados por la sangre de sus enemigos. Drulaan se enfretó a una de ellas y poco faltó para convertirse en una victima más de una de estas elfas. Había oido hablar del encanto de las brujas, el extraño y embriagador aura que las rodeaba y que hacía que sus enemigos cayeran a sus pies deseando que acabaran con su vida, incapaces de soportar la certeza de que nunca podrían ser más que un insecto para aquellas bellezas... Sin embargo, el hechizo podía ser roto a fuerza de voluntad, y el sentimiento de culpa y deseo de reparar su honor hicieron que Drulaan viera a la elfa tal y como era: una bestia animal feroz, con mirada de brillante salvajismo.

No obstante, el embrujo no era el principal arma de las elfas. Entrenada desde la infancia en el uso de la espada doble, el elfo apenas si podía contrarrestar sus ataques perfectos. Retrocediendo a duras penas, la sangre se le heló en las venas al escuchas un grito aterrador. Saltando sobre las elfas brujas, las Hermanas de la Matanza se incorporaban al ataque. Auténticas picadoras de carne, sus propias aliadas se apartaban de su camino, pues las elfas, en su frenesí sanguiento, no distinguían entre enemigo o aliado. Drulaan se venía ya abandonando el mundo mortal cuando la atronadora carga de los Yelmos Plateados rompió el frente de los Elfos Oscuros y la batalla cambió de signo. El combate duró varias horas más, aunque los ultimos compases transcurrieron entre despliegues de energía cataclísmica desarrollados por varios Altos Magos en mortal combate contra un grupo de Hechiceras Oscuras. Ante la potencia destructiva de la Magia, el resto del combate casi parecía irrelevante...

La lucha acabó cuando una brillante explosión de luz destruyó parte del campo de batalla llevandose con ella la mayor parte de las Hechiceras enemigas. Los elfos Oscuros se retiraron a sus naves, pero Drulaan sabía que esto no era más que el inicio. Y ahora, desde su ayalaya, contemplando el avance de las primeras velas negras que surgían del horizonte, supo que no había errado. Y cuando vio que las velas iban llenado en mar frente a él, como un bosque de oscuros árboles y los primeros dragones comenzaron asurcar los cielos, supo que esta iba a ser la última batalla y que por fin podría descansar con honor, deseó, y libre del peso de la culpa...